Smugglers’ Notch Resort, Vermont: diversión para toda la familia durante todo el año

Cuando pasé por los prados, vi a un grupo de niños de 3 a 4 años que iban acompañados por un cuidador y llevaban un enorme paracaídas lleno de un montón de pelotas plásticas. No pude evitar sonreír mientras los veía alzar el paracaídas, las pelotas de colores volando y sus intentos por volver a atraparlas. Esta actividad forma parte del campamento para los niños más pequeños y, a juzgar por las risas, es muy entretenida.

A poco andar encontré un grupo de siete u ocho niños, probablemente de 8 años o más, en bicicleta por rampas y obstáculos. Era la escuela de bicicleta de montaña. El campamento tenía dos áreas: una para los novatos que querían aprender desde lo más básico y otra para los que tenían más experiencia.

Casi era hora de mi primera actividad y en camino al punto de reunión encontré a varios adultos jugando golf de disco, familias chapoteando en una de las ocho piscinas, niños en la cancha de tenis e incluso un hombre joven practicando flyboarding en el estanque. ¿No sabes qué es eso? Te elevas en el aire propulsado por un chorro. Es lo más cercano a volar que puedes conseguir. ¡Este lugar es espectacular!

La primera actividad que elegí fue la Llama Trek (caminata con las llamas). Mi llama, de nombre DJ, resultó ser todo un personaje. Después de acariciarla y cepillarla, la llevé a pasear por uno de los senderos con mi almuerzo atado en su lomo. No tenía idea de que las llamas eran animales tan especiales; fue una gran experiencia. Después de disfrutar del picnic con DJ en la ladera arbolada, me dirigí a la próxima aventura con ArborTrek Canopy Adventure, la cual incluía un circuito de canopy de ocho tirolesas y una ruta con obstáculos en las copas de los árboles.

El circuito tenía más de 70 obstáculos con niveles cada vez más difíciles. Me abrí paso a través de puentes colgantes y vigas de equilibrio, bajé por tirolesas, y me balanceé como mono entre las cuerdas. Y esos no fueron los únicos obstáculos. Fue difícil por momentos, pero muy divertido. ¡Me encantaría hacerlo otra vez!

Al terminar las actividades del día, opté por relajarme con una cena en uno de los restaurantes del complejo, el Hearth & Candle, donde la comida era deliciosa, la atención excelente y la cerveza artesanal muy sabrosa. El ambiente era tan agradable que decidí volver este invierno para ver si las actividades son tan entretenidas como en verano. ¡Yo creo que sí!